BERRIOZÁBAL, MÉXICO — “Son pequeñas pero poderosas”, dice Alberto De la Cruz López mientras explora y busca entre la hojarasca a sus aliadas en la conservación de La Pera, un área protegida con importantes reservas de agua, fauna y vegetación en el estado de Chiapas, en el sur de México.
“Son lombrices californianas y junto a ellas estamos produciendo abono legal y lixiviado que se utiliza para fortalecer y aumentar la producción de flores, árboles frutales, milpa y frijol”, dice De la Cruz, mientras sostiene en su mano ejemplares de estas lombrices de color rojo. Es uno de los 25 productores locales de abono legal.
De la Cruz, de 31 años, vive en Emiliano Zapata, una de las comunidades que trabajan para frenar el deterioro ambiental que se vive desde hace 30 años en La Pera, generado por el robo y saqueo de tierra fértil y flora para su comercialización ilegal en ciudades cercanas.
La Pera fue declarada zona de conservación ecológica en 2006. Son 7,506 hectáreas ubicadas en el centro de Chiapas, y enfrenta otras graves amenazas como la tala de árboles y el reemplazo de bosques por zonas de cultivo, ganadería y hasta uso habitacional, explica el biólogo Adolfo Alejandro Sarmiento Zenteno, director de áreas naturales y vida silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural en Chiapas.
“Es una zona de gran importancia ecológica y biológica, ya que es un reservorio importante de agua y oxígeno para la zona centro del estado, en especial para la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado”, dice Sarmiento Zenteno.
Durante este año, los habitantes de Emiliano Zapata y El Tirol, comunidades del municipio de Berriozábal, comenzaron a producir abono bajo la técnica de la lombricomposta para comercializarlo y para autoconsumo. Así, dejaron atrás prácticas comunes como la depredación y el saqueo de suelo y flora que deteriora el ecosistema y, a mediano plazo, la disponibilidad de agua en la región.
El cambio se produjo luego de que estas comunidades participaran en un programa municipal para obtener apoyo para proyectos productivos. Se decidieron por las lombrices y su potencial para dar vida al abono legal.
“¿Quién iba a pensar que nuestras mejores aliadas iban a ser las lombrices? Digo que nadie”, asegura De la Cruz, mientras humedece el lombricompostero que alberga a miles de lombrices californianas que se mueven y brincan rápidamente entre la materia y los desechos orgánicos.
El uso de lombrices californianas se debe a la facilidad de estos anélidos para descomponer los residuos orgánicos y convertirlos en abono y a que se adaptan a la mayoría de los climas para su reproducción. Además, son de las pocas que sobreviven en cautiverio hasta 15 años, explica el biólogo Eduardo López, asesor técnico de estas comunidades en el manejo de lombrices. Estos animales poseen cinco corazones y seis pares de riñones. En condiciones óptimas, pueden doblar su población en solo tres meses, pero no pueden estar expuestas directamente al sol más de cinco minutos porque mueren. Respiran por la piel.
“Las lombrices producen siete veces más fósforo, el doble de calcio y cinco veces más cantidad de nitrógeno y potasio que el material orgánico del que se alimentan”, dice López.
“Esta materia orgánica es procesada por las lombrices produciendo abono de excelente calidad y un líquido o lixiviado que puede ser utilizado como fertilizante natural”, agrega De la Cruz.
En el municipio de Berriozábal existe una gran cantidad de viveros y una plaza dominical donde los habitantes de Emiliano Zapata o El Tirol comercializan legalmente abono y productos de jardinería.
“Por muchos años tuvimos un fuerte problema con el comercio local de plantas e insumos como el abono porque no conocíamos su origen. No sabíamos si eran cultivados en viveros o extraídos de manera ilegal de La Pera”, explica la bióloga Yonalli Hernández Ávila, secretaria de medio ambiente del municipio.
Para las autoridades municipales es crucial apoyar a las comunidades que conservan y cuidan el territorio, dice Hernández Ávila. Para que estas iniciativas prosperen, les facilitan insumos, infraestructura o capacitaciones. Otro respaldo del municipio es la creación de un sello sustentable para identificar a los productos legales. Se espera que esté listo en los próximos meses, y para obtenerlo, los productores deberán demostrar el origen y las técnicas de procesamiento de sus productos.
Reinaldo Pérez Vega, habitante de El Tirol y productor de abono, reconoce que el saqueo de suelo y flora es común en la zona. “Vienen personas de otras comunidades a extraer ilegalmente el suelo, orquídeas, bromelias y todo tipo de plantas para venderlas a los viveros o en la plaza los fines de semana”, dice mientras pica rastrojo de maíz para colocarlo en el lombricompostero.
“Vivir cerca de La Pera nos permite ver de otra manera la naturaleza. Podemos tener nuestra milpita, nuestro frijol o nuestros árboles frutales, pero siempre de manera cuidadosa, ni destructiva ni saqueando. Si tenemos la necesidad de cortar un árbol, sabemos que debemos plantar por lo menos tres o cinco arbolitos”, dice Pérez Vega.
El biólogo Sarmiento Zenteno señala que el suelo de La Pera es alto en nutrientes y tiene una gran demanda para su uso en la agricultura. Pero la capa es muy delgada y si se remueve para venta ilegal, muy pronto el suelo rocoso se verá expuesto y se volverá improductivo e infértil. Recuperarlo será un proceso largo y muy costoso, dice.
“Que las comunidades realicen acciones de conservación es fundamental para garantizar la biodiversidad y la vida misma. Es mucho más barato y sencillo conservar y cuidar que reparar”, afirma Sarmiento Zenteno.
“Nosotros no tenemos necesidad de ir al bosque por suelo o abono para venderlo en la plaza o para usarlo en nuestros cultivos. Nosotros y las lombrices ya producimos nuestro propio abono”, dice De la Cruz. Incursionar en la lombricultura le ha generado muchos beneficios. El lixiviado de las lombrices ha producido cosechas de frijol dos y tres veces más abundantes que en el pasado.
“Las matas de frijol están bien bonitas, bien cargadas, se ven fuertes y sanas. Ya son varios los vecinos que me han preguntado qué les estoy poniendo y están interesados en comprar el abono”, dice De la Cruz.
Al menos 800 de las 7,506 hectáreas de La Pera, que pertenecen a las colonias Emiliano Zapata y El Tirol, se cultivan o cuidan con el abono y el lixiviado de las lombrices, afirma Pérez Vega. Su uso garantiza que no exista el saqueo y se venda el abono de manera legal.
“Cuando nos enteramos de que personas ajenas a la comunidad están extrayendo suelo, rápidamente avisamos a las autoridades”, dice De la Cruz.
Según el Código Penal para el Estado de Chiapas, invadir, atentar o destruir las reservas naturales como La Pera, incluido el suelo, puede acarrear una pena de hasta seis años de prisión.
Para Sarmiento Zenteno, existen grandes retos para detener y castigar a quienes cometen estos delitos tipo hormiga a lo largo de La Pera. “No tenemos camiones saliendo cargados de abono. Tenemos a personas circulando con bultos de no más de 30 kilos”, dice.
Para Matilde Zúñiga, dueña del vivero Los Helechos, es crucial conocer el origen de los productos que vende en su espacio, como el abono de las lombrices que se produce en Emiliano Zapata y El Tirol.
“No puedo arriesgarme a comercializar abono ilegal. Si lo hago, estoy cometiendo un delito y contribuyo a la destrucción de La Pera”, dice Zúñiga. “Es el espacio que permite que nosotros tengamos agua y hasta oxígeno puro”.
Adriana Alcázar González es una reportera de Global Press Journal con sede en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.