UTUADO, PUERTO RICO — En el barrio Mameyes, una comunidad entendió que continuar con vida dependía solamente de ella. El azote del huracán María en 2017 mantuvo a estos residentes de la Cordillera Central incomunicados y sin electricidad por 11 meses. Allí, alejados de todos los centros urbanos, sin médicos ni hospitales para atender sus enfermedades, los vecinos se unieron y establecieron un centro de salud. Decidieron administrarlo por sí mismos, para salvar sus vidas y atender las necesidades más variadas de poblaciones marginadas. Desde su establecimiento en 2018, esta clínica comunitaria ha atendido a más de 20,000 personas de forma gratuita, un caso único en Puerto Rico.
Ruth Alicia Ramos es una de sus beneficiarias. La atención que han recibido ha cambiado la vida de seis de sus 10 hermanos, adultos con condiciones de salud, así como la de su madre, de 77 años. “Para mí son mis nenes, mis hermanitos. El más pequeño tiene 43 años, pero ellos mentalmente son unos niños”, dice.
Los hermanos de Ramos tienen condiciones como epilepsia, diabetes, problemas de tiroides y presión arterial alta. Cuatro varones y una de las mujeres padecen discapacidad intelectual, explica Ramos. La carencia de servicios médicos en su región dificultaba sus tratamientos, y trasladarlos hasta oficinas médicas lejos de su entorno no era viable para la familia.
Esta comunidad, donde el 89% de la población son adultos mayores, está a casi una hora de los pueblos circundantes. Tener acceso a servicios médicos cercanos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. “Un paciente murió porque la ambulancia se tardó dos horas en llegar por lo difíciles de los caminos”, dice Karina Quiñones, una de las promotoras de salud de esta clínica comunitaria.
La clínica se transformó así en un oasis para quienes necesitan no solo servicios de salud, sino también otro tipo de ayudas como mejoras en sus viviendas, objetos que les facilitan la vida, talleres sobre bienestar, asistencia para hacer trámites o acceder a alimentos frescos. Pero sobre todo, alguien que los apoye.
Su historia se remonta al paso del huracán María, cuando llegó ayuda médica militar al barrio junto con una delegación con Antonia Coello, primera mujer, puertorriqueña e hispana en ser nombrada cirujana general de Estados Unidos. Esa asistencia de salud que inicialmente brindaría servicios por un mes, se mantuvo por cuatro meses y fue el cimiento para que se estableciera esta clínica. Es la primera de tipo comunitario de Puerto Rico, administrada exclusivamente por residentes de la zona, bajo la tutela de la Corporación de Servicios de Salud Primaria y Desarrollo Socioeconómico El Otoao (COSSAO), una organización sin fines de lucro que aboga por una transformación en salud, educación y desarrollo de comunidades.
Los vecinos, entre ellos médicos y enfermeras del barrio, rescataron un edificio abandonado por 20 años donde establecieron la clínica y la bautizaron como Clínica Comunitaria Dra. Antonia Coello, en honor a la mujer que inspiró su fundación. Pero en el barrio, todos la llaman la clínica de COSSAO. Allí, además de los servicios anteriores, también brindan talleres sobre preparación ante desastres naturales, ofrecen servicios de declaración de impuestos en abril de cada año cuando toca presentar las planillas, y por temporadas establecen Cajita Saludable, un programa que contacta agricultores con vecinos y pacientes para que puedan comer más sano.
“La clínica de COSSAO es una bendición. Donde hay una necesidad, ellos llegan, tratan siempre de ayudar a la gente y siguen aquí”, dice Ramos, quien recuerda emocionada la ayuda — “médicos, medicamentos y [pañales]” — que ha recibido su hermano, Ismael Ramos Serrano, quien se encuentra encamado hace seis años debido a caídas sufridas por epilepsia.
Médicos y el personal de enfermería de la clínica, algunos de ellos voluntarios, se desplazan especialmente hasta el hogar de las familias para atender a estos pacientes. También movilizan dentistas para que sus pacientes no tengan que trasladarse. “A Ismael le trajeron un especialista que se encarga de personas encamadas y le limpiaron muchas piedritas que le estaban forrando sus dientes”, añade Ramos.
La clínica brinda un cuidado personalizado casa por casa y desarrolla iniciativas que van más allá del cuidado de la salud, que incluyen modificar viviendas si es necesario. El personal de la clínica y voluntarios construyeron una habitación especial para que la madre de Ramos y todos sus hermanos estuvieran seguros tras el terremoto de 2020.
El estado de su casa tras el sismo obligó a improvisar un campamento a la intemperie con toldos y sábanas. “Dormíamos afuera”, cuenta Ramos. Al conocer esta situación, el personal de la clínica se movilizó para ayudar. “El cuarto se construyó en 24 horas. Cayó la noche y no nos fuimos hasta que todos estuvieron acomodados”, recuerda Leslie Ann Lugo Lugo, otra promotora de salud de la clínica. “Identificamos necesidades y somos un puente para beneficiar a cada individuo”.
Nilsa Guzmán Serrano, de 60 años, vive sola. A ella también la asistieron más allá de sus necesidades de salud como a la familia de Ramos y miles de pacientes. Guzmán sufre de fibromialgia, diabetes, problemas de tiroides y condiciones severas de visión. Por no contar con medios de transporte, “casi no iba al doctor”.
“Me quedaba lejos y dependo de otras personas para que me lleven a las citas médicas. La clínica me queda cerca y ahora me siento mejor”, dice.
A través de un programa llamado Mirada, a Guzmán le entregaron equipos para llevar una vida independiente. “Me dieron barras para el baño porque una vez me iba a caer, y un pastillero porque en varias ocasiones, por mi problema visual, me tomé unas pastillas que no eran las correctas”, dice. También le brindaron un reloj de pared con números ampliados para que pudiera ver fácilmente las horas y un espejo con aumento para su cuidado personal.
Guzmán no solo ha encontrado ayuda para su salud física en la clínica, también para situaciones emocionales. “Cuando estoy triste, estoy deprimida, voy allá y converso con las muchachas”, dice.
Para Zulma Robles Figueroa, otra promotora de salud, el trato respetuoso, empático y con amor es parte del servicio que brindan. Estas profesionales son clave recabando información socioeconómica y de salud de cada miembro de la comunidad. “Nos permite ser eficientes ante una crisis. En las primeras horas podemos ayudar porque sabemos las necesidades y localización de cada uno de nuestros residentes”, dice Francisco “Tito” Valentín, presidente de COSSAO.
Para Valentín, la clínica de salud comunitaria es el mayor logro de COSSAO, que solo recibe donaciones y fondos no gubernamentales para financiar sus operaciones. Lo que comenzó como un servicio de medicina general y pediátrica, terminó por convertirse en un sistema de alianzas mediante las que allegan servicios de salud mental, ginecológicos, clínicas de visión, dentales y de vacunación a los vecinos, además de los servicios no tradicionales como los talleres, las planillas y Cajita Saludable.
El apoyo a la clínica ha crecido tanto con ayudas y donaciones de organizaciones humanitarias, fundaciones y empresas que hoy se encuentran construyendo un área para radiografías, un laboratorio y una sala de urgencias, así como un gimnasio enfocado en rehabilitación y terapia física.
“Es el hospital que una comunidad ha podido hacer por sí misma. Esta ampliación es un gran logro que nos permite ofrecer más servicios, crear nuevos empleos y dar esperanza a nuestras comunidades”, dice Valentín.
A más de seis años del huracán María, que dio origen a esta clínica, los vecinos esperan con ansias la inauguración de los nuevos servicios y espacios de la clínica, programada para enero.
Yasmín Porrata Morán es reportera asociada de Global Press Journal con base en Puerto Rico.