SAN FRANCISCO, MÉXICO — Horas después de que los alumnos se fueron a sus casas, la maestra de ciencias Cynthia Cervantes se prepara para una noche larga. Ella y su hijo de 6 años se acomodan en el clóset del aula de computación para dormir sobre un colchón compartido. Viven en la escuela durante la semana laboral. Preparan sus alimentos con una licuadora y un horno de microondas. Se asean en uno de los sanitarios de la escuela y guardan su ropa en cajas de cartón. Los fines de semana y días festivos viajan hasta su lugar de origen a 120 kilómetros (75 millas) de distancia. Lo mismo hacen cinco de los nueve docentes de la escuela, así como tres trabajadores de mantenimiento y el exdirector antes de que dejara el cargo. No pueden pagar alojamiento en ninguna parte.
La Escuela Secundaria Técnica Mar Patrimonial se ubica en San Francisco, sobre un esplendoroso trecho de la costa conocido como Riviera Nayarit. En años recientes, los costos de vivienda se han disparado fuera del alcance de los sueldos de mucha gente con título profesional. Quienes se dedican a la enseñanza a menudo enfrentan una disyuntiva desgarradora: vivir en la escuela o dejar su trabajo. A la larga, muchos optan por lo segundo. En los últimos tres años, la escuela ha carecido varias veces de docentes para impartir biología, español, física, historia, matemáticas, inglés, arte y otras materias.
Otras escuelas enfrentan el mismo problema. En Sayulita, a tan solo 7 kilómetros (4 millas) al sur de San Francisco, trabajadores de mantenimiento y 1 de cada 7 maestros o maestras viven en la escuela secundaria local, Revolución Mexicana. En agosto, este plantel inició el ciclo escolar sin personal docente para impartir inglés, dice la profesora Patricia Duarte. Agrega que, generalmente, quienes no cuentan con familiares en el área procuran juntar sus recursos para compartir una casa; o bien, cuentan con la solidaridad de la gente local que les ofrece una habitación a cambio de un pago simbólico.
A los estudiantes les preocupa que la rotación les esté privando de los conocimientos que necesitarán para poder aprobar los exámenes de ingreso a la universidad. En 2022, Casandra Abigail Cárdenas Delgadillo, de 13 años, portó la bandera de México durante el desfile de la Revolución Mexicana, un honor que se reserva a quienes tienen mejor desempeño escolar. Pero cuando en Mar Patrimonial la materia de química quedó sin docente que la impartiera durante el ciclo escolar de 2021-2022, Casandra sencillamente no aprendió el material. Conservó la calificación que tenía antes de que se fuera quien la enseñaba y avanzó al siguiente nivel. “Tengo nervios porque siento que no he aprendido todo lo que debería aprender”, dice Casandra.
Molestos por la situación, en noviembre de 2022, unos 40 padres de familia montaron una manifestación frente a la escuela. Las autoridades educativas del estado respondieron de manera inmediata enviando el personal necesario para cubrir los puestos vacantes. Sin embargo, unas semanas después, la cobertura curricular volvió a estar incompleta. “Nosotros esperamos que nos cubran las vacantes que tenemos para evitar este tipo de problemas, porque al final quien resulta dañado es el alumno”, dice el exdirector de Mar Patrimonial, José Manuel Hernández, quien dejó su cargo a finales del ciclo escolar de 2022-2023, poco después de su entrevista con Global Press Journal.
Mientras tanto, los padres y madres de los alumnos están encabezando un esfuerzo por reacondicionar un edificio abandonado en la escuela como vivienda para personal docente y detener así la rotación. Han formado alianza con los estudiantes de arquitectura e ingeniería del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, una universidad en el estado vecino de Jalisco, y planean solicitar fondos federales por medio de un programa llamado La Escuela es Nuestra, que canaliza financiamiento directamente a escuelas específicas. Asimismo, buscan reunir fondos en la comunidad local. Tienen como meta este semestre construir un dormitorio modelo, pero no están seguros si el proyecto se logrará o no.
Las aflicciones de la escuela son la consecuencia de dos temas mayores: un sistema de educación desorganizado e ineficiente, y un mercado de vivienda local excepcionalmente caro.
La Riviera Nayarit es uno de los destinos turísticos de mayor crecimiento en México. Entre 2012 y 2022, casi se duplicó la cantidad de llegadas internacionales al aeropuerto de Puerto Vallarta, el principal de la región. Para mucha gente local, la oleada de vacacionistas ha significado más oportunidades de empleo, pero no riqueza ni estabilidad. En la bolsa de trabajo ofertado dentro de la página web del Ayuntamiento de Bahía de Banderas, el municipio donde se encuentran San Francisco y Sayulita, la mayoría de los empleos disponibles son para camaristas, hostess, bartender, auxiliar de mesero, chofer y empleados de mantenimiento.
Mientras tanto, las rentas se van a los cielos. Tinsa, una firma consultora en bienes raíces, identificó para 2022 un incremento promedio del 19.9% en el precio por metro cuadrado de las residencias en Nayarit, más del doble del 8.2% que es el promedio nacional.
Incluso el exdirector Hernández, quien ganaba un salario por tiempo completo, no encontró donde vivir. Dormía sobre un colchón inflable que desinflaba todas las mañanas en la oficina administrativa de la escuela, y se duchaba en el baño. “Si rentara mi propia casa, no podría financiar la educación universitaria de mis hijos”, dice.
Los salarios del personal educativo en México varían según donde trabajen. (Hay más de 1 millón de docentes en todo el país, y dos terceras partes son mujeres.) Generalmente ganan más quienes trabajan en áreas donde los costos son altos. Sin embargo, en San Francisco los salarios no han aumentado al ritmo del incremento en los costos de vida. Además, a quienes enseñan en las escuelas secundarias se les paga por hora y, por motivos que la mayoría no comprende, casi nadie en Bahía de Banderas trabaja de tiempo completo.
Mientras que, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el personal docente de educación básica en México trabaja un promedio de 31 horas por semana, a Cervantes solo se le han asignado 18 horas. Esto equivale a un salario mensual inferior a 10,000 pesos mexicanos (alrededor de 560 dólares estadounidenses). En San Francisco, esto cubre más o menos la renta de un mes dejando poco para alimentos, transporte y otros pagos.
Ivett López es la encargada de admisiones para Nayarit en la Unidad del Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros (USICAMM), el organismo gubernamental responsable de asignar docentes a las escuelas. Ella dice que “si ellos quisieran ganar más, tendrían que [hacer la solicitud de] horas extras, pero participar implica un proceso”, refiriéndose a los exámenes periódicos que realiza la USICAMM para reclutar docentes. López agrega que un salario de tiempo completo de 42 horas de trabajo semanales “es un buen salario” en Nayarit.
Cuando se le pregunta acerca de la ineficiencia del sistema para asignar materias al personal educativo, López responde: “Interfieren varios departamentos. Hay que checar estructuras, cuántos grupos tienes, cuántos maestros debes tener. Nosotros [USICAMM] nada más somos intermediarios”.
La oficina en Nayarit de la Secretaría de Educación Pública no respondió a múltiples solicitudes de entrevista.
Duarte, la maestra de Sayulita, dice que ella ha presentado estos exámenes periódicos muchas veces, pero que siempre se le asignan horas que no son compatibles con las clases que ya tiene, y no le dan razones de ello. “No se puede porque no lo quieren”, dice.
El personal docente local probablemente tendría que ganar cuando menos 25,000 pesos (alrededor de 1,390 dólares) al mes para vivir decentemente en el área, dice María de los Ángeles Navarrete, representante en San Francisco del sindicato de maestros de Bahía de Banderas y maestra de historia en Mar Patrimonial.
Sin embargo en el caso de Cervantes, aun cuando trabajara 28 horas por semana a la tarifa actual, su salario no llegaría a los 20,000 pesos (1,110 dólares) al mes. Por lo tanto, con el permiso de la Secretaría de Educación Pública, ella y su hijo se quedan en la escuela. Ella ama su trabajo como maestra, y esta es la única manera en que puede conservarlo. Pero “no es lo mismo que estar en tu propia casa”, dice.
Navarrete también vive en una habitación improvisada en Mar Patrimonial. No es raro que se rechacen ofertas de trabajo de docente en Riviera Nayarit, dice. “Llegas, no hay dónde vivir. Y llegas a un área donde el salario que ganas como docente no es suficiente”.
Rigel Jassiel Ku, secretario delegacional del sindicato de maestros en Guadalajara — la capital del estado de Jalisco, cuyo destino de playa, Puerto Vallarta, coincide con Bahía de Banderas — considera que las autoridades necesitan revisar el programa de las escuelas públicas (hay 30 en total en Bahía de Banderas) a fin de asignar docentes entre ellas con mayor eficiencia.
Mientras tanto, padres y madres se preparan para ayudar a sus hijos a ponerse al corriente en sus estudios, antes de que lleguen a la edad de ingreso a la universidad. Elizabeth Carrillo Reyes, integrante del comité de padres de familia de Mar Patrimonial, tiene un hijo en tercero de secundaria, una hija en segundo y un sobrino en primero. Su hijo en tercero quiere estudiar ingeniería eléctrica. Al momento de la entrevista no había docente de tecnología ni de inglés. Ella comenta que su hijo le dice: “Mamá, tendremos que investigar y todavía estudiar más”. Al mismo tiempo, a su hija la situación la ha inspirado para estudiar educación. “A ella le preocupa la generación que viene atrás”, dice Carrillo.
Maya Piedra es una reportera de Global Press Journal en Guadalajara, México.
Ashley Powers contribuyó a este artículo.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Martha Macías, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.